martes, 26 de marzo de 2013

"BRUJERÍA" Y "HECHICERÍA": PROBLEMAS TOCANTES AL MARCO TEÓRICO Dra. Iris Gareis

Interpretaciones respecto a la "brujería" se remiten a
teorías formuladas en el siglo pasado a base
de la información entonces disponible.


Además de los problemas señalados anteriormente en cuanto a las dificultades de encontrar definiciones adecuadas para las nociones de "brujería" y "hechicería", surge otro grupo de interrogantes en torno a los fundamentos teóricos de estos conceptos. Es de advertir que hasta en la actualidad muchas interpretaciones respecto a la "brujería" se remiten a teorías formuladas en el siglo pasado a base de la información entonces disponible. Gracias a los avances de la investigación científica - sobre todo en el campo de la antropología - disponemos en la actualidad de mucho más datos acerca de las religiones latinoamericanas e indígenas en general. A esto hay que añadir que las teorías emitidas en el siglo XIX, como es natural, se inscriben en la tradición científica de su época y se formaban a base de las ideas que estaban vigentes en aquel entonces.
Dominaba en este tiempo una visión de la historia que planteaba la evolución unilinear de la humanidad concibiendo como punto culminante de aquella - como era de esperar - la cultura de los autores que formulaban estas ideas. Así se explica el hecho que varios autores del siglo XIX, siguiendo a Frazer, asignaron en sus esquemas evolucionistas a la "brujería", o sea a la "magia negra" un lugar anterior a la religión, la que a su vez – según esta lógica - era superada por la ciencia.33
En esta visión resalta con mucha claridad la fe casi ilimitada, en cierto modo típica para el siglo XIX, en el progreso permanente de la humanidad logrado con base en de los avances de las ciencias, sobre todo de las ciencias naturales. Nuestra época, en cambio, luce un cierto desengaño ante las posibilidades de progreso que pueden ofrecer las ciencias y en especial las ciencias naturales. Esto significa que la visión del mundo que determinaba estas teorías sobre magia, religión etc. ha cambiado profundamente. Por lo tanto, creemos que es  propicio el momento para revisar los fundamentos teóricos que definen los conceptos de "brujería", "hechicería", "magia" y otros parecidos.
En cuanto a la difusión, la obra de James G. Frazer (1854 -1941) superó a la del otro teórico  importante del evolucionismo, E.B. Tylor (1832-1917). 34 La mayor acogida de las teorías de Frazer ent re los investigadores, con mucha probabilidad se debe al hecho que Frazer suministra explicaciones manuables, fáciles de manejar por los autores.
Esto ha dado lugar a la errónea aceptación de sus hipótesis, incluso por investigadores modernos, como si fueran hechos comprobados científicamente, lo que no es cierto.35
"magia homeopática" fundada en la "ley de la similitud"

El punto clave y el más criticable de las consideraciones teóricas de Frazer reside, sin embargo, en las premisas que forman la base de sus ideas sobre la magia. Según Frazer36 la "magia simpática" (sympathetic magic) tiene dos vertientes: Una es la "magia homeopática" fundada en la "ley de la similitud",37 la que se ejecuta por ejemplo atravesando a un sapo con espinas o elaborando figuritas de cera, igualmente para atravesarlas con espinas o agujas, a fin de dañar a una persona. La explicación que Frazer38 da a este procedimiento es que el maleficador comete el error de pensar que:
"las cosas que se asemejan, son las mismas cosas".
Magia contagiosa"que cosas que habían estado en
contacto, siempre estarán en 
contacto".

La otra vertiente de la magia en el esquema de Frazer es la magia contagiosa40 que corresponde a su "ley de contacto",41 la cual se origina en su opinión, en la idea errónea
"que cosas que habían estado en contacto, siempre estarán en
contacto".42
Es decir que Frazer en ambos casos recurre a una supuesta falta de lógica en los procedimientos mágicos cometida por los especialistas de los ritos. Al adoptar las hipótesis de Frazer, los investigadores necesariamente también aceptan las premisas que forman la base de su esquema de pensar. Creemos que ya no deberíamos recurrir a hipótesis tan despectiva como ésta.
Además de ello, al parecer muchos autores que hacen referencia a las supuestas "leyes de la magia" no han tenido en cuenta que éstas no son sino hipótesis e interpretaciones adelantadas por Frazer y que ya por su carácter totalmente hipotético no deberían ser llamado leyes. Es de notar, que Frazer en realidad no proporciona explicaciones verdaderas de los fenómenos mágicos. Lo que hace es solamente adelantar un esquema clasificatorio de los elementos exteriores de los procedimientos mágicos, pero esto no nos lleva a comprender el sentido de los actos mágicos ni tampoco a descubrir la ideología que está detrás de estos procedimientos. Al contrario, las categorías de magia propuestas por Frazer más bien facilitan un pretexto para que los investigadores se contenten con clasificar los fenómenos observados como una u otra categoría de magia, evitando la trabajosa reflexión sobre el significado que estos fenómenos podrían tener.
De todas maneras, pensamos que el fundamento ideológico de los actos mágicos es mucho más complejo de lo que había sospechado Frazer. Por lo tanto tenemos que abandonar estas hipótesis anticuadas, las cuales hoy en día tan sólo recobran cierta importancia como datos para la historia de la ciencia.


31 Véase por ej. la definición que Hauschild (1987: 82-85) proporciona de la "brujería",

en la que resalta sobre todo el hecho que los brujos o las brujas dañan sus víctimas
por medio de artes mágicas. La antropología de habla inglesa distingue entre los
conceptos "witchcraft" y "sorcery", los cuales fueron definidos por Evans-Pritchard a
base de su material africano. Aunque estos conceptos difieren bastante de los
europeos, fueron empleados en investigaciones sobre brujería en Europa (Behringer
1989: 620-621). Acerca del significado de los términos "witchcraft" y "sorcery"
consúltese por ej. Douglas (1970: 36 Nota 1) o Hill (1987: 91). Millones (1982: 234,
238-239) sondeó tentativamente las posibilidades de aplicar los avances de Evans-
Pritchard en estudios sobre los Andes. En toda esta discusión no hay que olvidarse
del hecho que Evans-Pritchard se remitió para la distinción entre “witchcraft” y
“sorcery” a un grupo étnico africano determinado. Por lo tanto, a mi parecer es de
suma importancia revisar y analizar el material latinoamericano bien a fondo antes
de tratar de relacionarlo con el esquema de Evans-Pritchard. Cualquier interpretación que
se apoya de antemano en la clasificación del antropólogo inglés, corre el riesgo de
transponer ideas válidas tan sólo en la cultura africana de los Azande a otras culturas,
en las cuales pueden o no tener vigencia.
32 Respecto a esto compartimos la opinión de Polia (1988: 17-18).
33 Véase también Middleton (1987: 84).
34 Middleton 1987: 83-84
35 Para referencias véase Gareis (1993: 594-597), donde discutimos con más detenimiento la
aplicación de las teorías de Frazer en estudios andinos.
36 1911: 52
37 "Law of similarity"
38 ib. 53
39 ib. 53: "that things which resemble each other are the same".
40 ib. 52
41 "Law of Contact". Sobre las "leyes de la magia" véase Frazer (1911: 52, 54).
42 ib. 53-54: "that things which have been in contact with each other are always in
ontact".

"BRUJAS", "HECHICERAS" Y LOS PROBLEMAS DE CONCEPTUALIZACIÓN Dra. Iris Gareis




En los estudios sobre religiones latinoamericanas se hace notar a primera vista la poca conformidad entre los investigadores sobre el significado de los conceptos "brujería" y "hechicería". Con frecuencia ambos términos son utilizados como sinónimos, lo que originalmente no eran.7 Además, resalta el hecho que estas nociones -sobre todo el término "brujo"-, son empleadas para denominar especialistas totalmente diferentes, como son por ej. brujos maleficadores y curanderos.8 El uso de la palabra "brujo" para designar tan diferentes funcionarios de ritos, finalmente la ha dejado desprovista de significado alguno. Destino que, dicho sea de paso, comparte con la noción del "shaman". Pero, a diferencia de ésta, el uso del término "brujo" en tal interpretación amplia, no es un privilegio exclusivo de los investigadores, sino que en algunos casos el concepto transformado de manera tal ha logrado infiltrarse también en la tradición popular suplantando como sinónimo al término "curandero".9
"los "brujos" eran individuos, que habían cerrado
explícitamente un pacto con el diablo, abjurando
 de su fe católica"
A fin de aclarar el sentido de los conceptos de "brujería" y "hechicería", es necesario adelantar algunos datos sobre la evolución y trayectoria histórica de ellos. Si bien en el lenguaje actual de España y Latinoamérica no existe una distinción pronunciada entre los términos "brujo" y "hechicero", o sea que un "brujo" también puede ser un "hechicero" y viceversa, en tiempos de la Conquista y en la época colonial temprana se presumía una diferencia significativa entre ambos. Fray Martín de Castañega, predicador de la Inquisición española, especifica en su obra de principios del siglo XVI de qué manera  sedistinguían los "brujos" de los "hechiceros". Según su tratado (1529)10, los "brujos" eran individuos, que habían cerrado explícitamente un pacto con el diablo, abjurando de su fe católica, mientras que los "hechiceros", no habían apostatado del catolicismo expressis verbis, aunque también sostenían un pacto con el demonio. Pero a diferencia de los "brujos" que intencionadamente y por su propia voluntad habían abandonado la fe cristiana, los "hechiceros" podían haber sucumbido inconscientemente a los artificios del diablo. 11
La teoría demonológica de la época suponía que el demonio trataba de seducir a los humanos sirviéndose de diferentes artimañas. Les prometía regalos y oro e incluso llegó a adoptar otra figura para que no reconozcan de inmediato su verdadera naturaleza.12
Hay que advertir, sin embargo, que la distinción entre "brujos" y "hechiceros" mediante los diferentes tipos de pacto con el diablo que supuestamente sostenían, adquirió más importancia como modelo teórico que en la práctica procesal. En los juicios fueron tenidos por culpables tanto los "brujos" como también los "hechiceros".13 A pesar de estas limitaciones, la distinción entre ambos tipos de especialistas rituales no carece de interés respecto a la interpretación de las fuentes históricas. Tomando en cuenta la diferencia entre "brujos" y "hechiceros" que acabamos de señalar, se hace por ejemplo mucho más comprensible la afirmación de un autor del siglo XVI, quien refiriéndose a un cierto tipo de adivinos sostuvo que en los Andes había:
"Otro género de hechiceros... que son como brujos."14

Lo que sin considerar los escritos teóricos de la época parece ser una repetición tautológica de calificativos idénticos para el mismo tipo de especialista, a base de nuestros conocimientos sobre la distinción entre "brujos" y "hechiceros" recobra otro, nuevo sentido. Es obvio que el autor Polo de Ondegardo recurrió a dos nociones específicas, la del "brujo" y la del "hechicero", bien conocidas por sus contemporáneos, para poder explicar mejor este tipo de adivinos, tan extraños para él y sus lectores.15
A fin de interpretar correctamente la descripción que Polo hizo de estos adivinos, por lo tanto es imprescindible conocer el modelo al cual se refirió el autor colonial. Evidentemente la imagen que Polo pinta de los adivinos andinos se halla influida de forma considerable por las ideas europeas sobre "brujería" y ostenta varios elementos constitutivos del estereotipo europeo de la "bruja".16 Esta noción específica, establecida en multitud de tratados teóricos17, llegó a su configuración definitiva en 1487 cuando se publicó por primera vez el "Malleus Maleficarum", o sea el "Martillo de las brujas". Libro que adquirió gran importancia como manual utilizado por los jueces en las campañas de persecución de las "brujas" en Europa y que contribuyó mucho a la difusión del estereotipo de la "bruja".18 Concuerda el retrato que Polo nos dió de los "adivinos-brujos" andinos con el concepto europeo del "brujo" en cuanto a las facultades que se les atribuía de poder desplazarse por el aire, de reconocer el futuro gracias a esta movilidad, de poder adoptar otras figuras, de embadurnarse con un ungüento para después salir volando por la chimenea o por la ventana y otras características más. Falta, sin embargo, un rasgo distintivo de las europeas en la fenomenología de los adivinos descritos por Polo: no cometen maleficios. Es decir, carecen de uno de los elementos más importantes que caracterizaba las "brujas" europeas. Esto significa que los adivinos según la descripción de Polo ostentaban varias características de las "brujas" europeas, pero sin llegar a ser realmente "brujos" según la definición vigente en esta época. Por eso, tan sólo eran "como brujos", sin serlo de verdad.19
Polo ostentaban varias características de las "brujas"
europeas, pero sin llegar a ser realmente "brujos"
según la definición vigente en esta época

Todo esto demuestra, a nuestro parecer, que nociones tales como "brujo", "hechicero" y otros, eran usadas por los autores coloniales conscientemente y de acuerdo al significado que se les atribuía en la época respectiva. Por lo tanto, para el investigador moderno antes de poder emprender cualquier interpretación, es indispensable conocer el significado exacto de los conceptos y sus connotaciones.20 Otro problema relacionado con esto reside en la dificultad de poder estimar la vigencia que tenían los datos centro-europeos en el mundo hispano. Es de recordar que la historia de la caza de "brujas" en España tomó otro rumbo que en otros países europeos - en especial Francia, Alemania y Suiza - ya que en España no hubo grandes campañas de persecución de "brujas" posteriores al año de 1610.21 Por lo tanto, el fenómeno de la histérica persecución de una presunta secta de brujas llevada a cabo en otros países europeos, no se dio de igual manera en España.22

Esto no impidió, desde luego, la recepción de ideas y teorías sobre "brujería", magia y materias relacionadas por los intelectuales españoles. A través de autores como el ya mencionado Fray Castañega o Pedro Ciruelo , quien publicó su obra por primera vez en 1530, 23 se introdujeron las ideas estereotipadas sobre "brujas" en España. Un buen ejemplo para la erudición de autores españoles de la época en materias de "brujería" y de la velocidad de la recepción de nuevas corrientes ideológicas, también en América, lo suministra la obra de Antonio de la Calancha. El libro de Calancha salió de la prensa en 1638 y ya se remitió a la mayor parte de las publicaciones contemporáneas sobre "brujas"24,
incluyendo también las obras de Rémy,25 publicada en 1595 26 y de Martín del Río,27 impresa por primera vez en 1599.28 Evidentemente el trasfondo europeo ejerció cierta influencia sobre las descripciones que los autores españoles e hispanoamericanos hicieron de las religiones latinoamericanas. Pero además, a través de documentos inquisitoriales y causas criminales contra presuntos hechiceros indígenas, también es posible observar la introducción de ideas europeas sobre "brujería" a la tradición popular latinoamericana. Especialmente en un nivel social bajo de la población de las ciudades, donde había una mayor comunicación entre los distintos grupos de la sociedad colonial, se produjo u na verdadera fusión de creencias indígenas, afro-americanas y españolas.29 Hay que advertir, sin embargo, que esta fusión no se dió rapidamente en los pueblos de indígenas y que por lo tanto las creencias europeas sobre "brujas" no penetraron  al sistema religioso de las comunidades indígenas o sólo conmenor intensidad.30
Las informaciones reunidas aquí sobre los conceptos del "brujo" y del "hechicero" para la  época colonial temprana demuestran que para los contemporáneos tenían un significado distinto y bien definido, lo cual además encuadra muy bien con diversas definiciones actuales antropológicas de los términos.31 Por lo tanto, no parece conveniente descuidarse de las diferencias entre estos conceptos, ni tampoco de usar las palabras "brujo" y "curandero" de forma sinónima.32 Esto no es recomendable porque las connotaciones nítidamente negativas relacionadas con la noción "brujo" se trasponen de esta manera a lo menos en parte al "curandero". Además es de señalar que la adopción del término "brujo" para designar a un curandero u otro especialista en ritos, en última instancia equivale a la aceptación de la imagen que los autores coloniales trazaron de los especialistas religiosos
indígenas, asimilándolos al estereotipo del "brujo" europeo.

7 Por ej. Silverblatt (1990: 139): "Podría suponerse que los hombres en posiciones de
autoridad que acusaban de brujería a mujeres, estaban simplemente canalizando su
culpabilidad y su temor hacia acusaciones de hechicería." <Subrayado mío>.
Sánchez 1991: XXIX nota 90; Sharon 1988: 43, 52-53. Citamos estos trabajos para
demostrar que hasta en estudios muy buenos realizados por autores de mucha
reflexión se manifiesta aquella confusión terminológica.
8 Véase el uso cuidadoso de estos términos por Quezada (1989: 12, 27 y sgs.).
9 Esto parece ser el caso en la costa norte peruana, a lo menos en algunos sectores de
la población (Polia 1988: 17-18). Véanse también las citas suministradas por Sharon
(1988: 31, 157, 198-199).
10 Castañega 1946: cap.IV: 33-35.
11 La misma diferencia entre "brujos" y "hechiceros" es señalada por R. van Dülmen
(1987: 98-99), quien hace referencia a informaciones de regiones de habla alemana.
12 Véanse los ejemplos en los testimonios citados por Ginzburg (1980: 28-29, 138-139,
173-174). Para confundir más a sus víctimas, el diablo hasta se presentó tomando la
figura de un ángel (Auila 1575: Cap.XVII: 88-89).
13 Sobre la importancia que tuvo el pacto con el diablo en sus diferentes formas durante
la época de las grandes persecuciones de brujas en Europa, véase van Dülmen (1987:
98-108). Respecto a la vigencia del modelo teórico en los procesos judiciales,
consúltese Behringer (1987: 19-20).
14 Polo de Ondegardo 1916: cap.X: 29. <Subrayado mío>. La eminente importancia del
tratado de Polo (ca. 1559) reside en que es el primer texto que menciona estos
adivinos y que es la fuente original que fue copiada por varios otros autores posteriores (Acosta 1590: Lib.V cap.XXVI: 372; Cobo (ca. 1653) 1956: Lib.XIII
cap.XXXVI: 230-231; y Murúa (ca.1611) 1964: Lib.II cap.32: 117-118 fs.264-265).
Sobre la historia del tratado de Polo, véanse Duviols (1971: 100) y Gareis (1993:
586).
15 Para una interpretación más detallada del texto de Polo véase Gareis (1987: 255-262;
eadem 1993: 586-594).
16 Sobre las características de la "bruja" estereotipada y la evolución de este concepto
véase Caro Baroja (1988: 109-110, 114-120, 124-132, 149-161) o Le Roy Ladurie
(1983: 67-69, 273-274 nota 97). Para más referencias v. Gareis (1993: 583-585).
17 Además de la tradición erudita, el estereotipo europeo de bruja muestra también
elementos procedentes de las creencias populares (Dülmen 1987: 97-98, 107-112,
129-130).
18 Véase Weiser-Aal 1931: 1828, 1838-1842; Behringer 1987: 26-30; Caro Baroja

BRUJERÍA Y HECHICERÍA EN LATINOAMÉRICA: MARCO TEÓRICO Y PROBLEMAS DE INVESTIGACIÓN 1 Dra. Iris Gareis


La investigación sobre la "brujería" y la magia por mucho tiempo había tenido dos vertientes: una era formada por los trabajos de antropólogos, folcloristas e historiadores de las religiones, los cuales trataban de adelantar explicaciones generales. La otra vertiente representada por la investigación histórica se mantuvo alejada de esta discusión de hipótesis generales, dedicada más bien a estudiar eventos locales.2 Durante los últimos decenios, sin embargo, - más o menos a partir del año 1968 - el terreno de lo estudios brujeriles fue invadido poco a poco por los historiadores, los cuales desde entonces procuraron relacionar sus estudios con la investigación antropológica y tomar en consideración los resultados alcanzados por los antropólogos.3 En especial la obra de Evans-Pritchard sobre la "brujería" entre el grupo étnico africano de los Azande4, consultada con frecuencia por los historiadores europeos, hizo las veces de un puente entre la antropología y la historia, dando lugar a un creciente acercamiento de ambas disciplinas respecto a esta temática. A partir de entonces el estudio de la "brujería" sirvió de punto de partida para discusiones muy sugestivas sobre las relaciones entre antropología e historia y "las brujas" llegaron a convertirse en un tema de moda.5 Respecto al est udio de las "brujas" europeas, la invest igación interdisciplinaria ha llevado no solamente a la formación de una idea mucho más clara del fenómeno de la caza de brujas y del rol que ocupó a los diversos integrantes de ésta sino también nos ha señalado nuevas pistas de investigación. Así, por ejemplo, los estudios modernos sobre la "brujería" en adición proporcionaron datos muy interesantes sobre la cultura popular, la vida cotidiana o las relaciones de los géneros enépocas pasadas. Por lo tanto, pensamos que sería conveniente aprovechar estos avances de la investigación sobre "brujas" para los estudios de las religiones latinoamericanas los que hasta ahora han quedado un tanto marginados de la discusión internacional sobre la temática.6

1 Agradecemos la lectura del manuscrito a Javier Flores. Este artículo se basa en la
ponencia dada en el IV Congreso de Religión y Etnicidad que tuvo lugar en la ciudad
de México en 1992. Nuestra participación en el Congreso ha sido posible gracias a
una beca de la DFG (Deutsche Forschungsgemeinschaft - Fundación Alemana para
la Investigación Científica). También queremos agradecer a los amigos mexicanos
por la cálida acogida que nos brindaron y especialmente al organizador y alma del
evento, Elio Masferrer Kan.
2 Sobre los diferentes modos de ver e investigar estos fenómenos véanse
las consideraciones de Douglas (1970: xiii-xvi, passim).
3 Behringer 1989: 619-620; Butler 1984: 111 y sgs.
4 E.E. Evans-Pritchard "Witchcraft, Oracles, and Magic among the Azande" (Oxford
1937).
5 Véanse los artículos de reseña presentados por Butler (1984: 111 y sgs.) y Behringer
(1989), el cual proporciona un resumen sucinto de la historiografía sobre brujas; así
como el capítulo introductorio al libro de Carlo Ginzburg sobre el sabbat de las
"brujas" (1991: 12-21). Acerca del impacto que tuvo el libro de Evans-Pritchard en
los estudios sobre magia y nociones relacionadas, véanse Douglas (1970: xiii y sgs.),
Middleton (1987: 87) y Millones (1982: 233-234).
6 Con esto no queremos sugerir que no se hayan efectuado trabajos sobre esta temática
en América Latina. Así, por ejemplo, ya contamos con estudios muy sugerentes sobre
datos bibliográficos. Es de notar, sin embargo, que en América Latina no se produjo
semejante avalancha de investigaciones sobre brujas y materias relacionadas como la
que se desencadenó en Europa y Estados Unidos en los últimos veinte años.
México, como los de Behar (1987) o Noemí Quezada (1989), los cuales ofrecen
más datos bibliográficos. Es de notar, sin embargo, que en América Latina no se produjo
semejante avalancha de investigaciones sobre brujas y materias relacionadas como la
que se desencadenó en Europa y Estados Unidos en los últimos veinte años.

Dos ‘brujas’ en Costa Rica


http://wvw.nacion.com/disenos/v7.1/images/cuerpo/bullet-bajada.gif  Secretos y mentiras El único juicio por brujería que se inició en el siglo XVIII, revela mucho de nuestro pasado

JORGE ARROYO | jorgearroyo2000@yahoo.es
Articulo de http://wvw.nacion.com/ancora/2008/agosto/03/ancora1640853.html
La sección Complementario Colonial del Archivo Naci

onal de Costa Rica guarda un grueso fajo de 60 folios, que tiene que ver con hechicería. Es el único caso que se conoce de una acusación por brujería durante el periodo colonial costarricense. Recoge la acusación contra dos mulatas cartaginesas, María Francisca Portuguesa y Petronila Quesada, a quienes un militar, Matías Quesada, culpó de haberle hechizado el miembro viril.

En la primera página se lee que, estando Matíasgravemente accidentado de los testículos , difamó públicamente a las muchachas y luego llevó su clamor hasta el gobernador, Juan Manuel de Casasola y Córdova, ante quien pidió castigo contra las presuntas nigromantes.
En aquella estructura provincial, el gobernador no se encargaba de tales asuntos, así que Casasola delegó el proceso en José Romualdo de Oreamuno, miembro del cabildo español, nombrado alcalde de la Santa Hermandad (equivalente de la Policía).
El alcalde de la Santa Hermandad “se ocupaba, con procedimiento sumario, de los casos de violencia, resistencia a la justicia, violación y allanamiento producidos en zonas despobladas” y trataba “los delitos y excesos que se cometían en el campo”, según explica la historiadora Carmela Velázquez en su Diccionario de términos coloniales (Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2005).
Por las atribuciones de su puesto, a Oreamuno competía indagar la verdad o la falsedad de hechos como el expuesto, y, cumpliendo con sus obligaciones, se dio a las pesquisas sin imaginar que legaría a la posteridad un caso que muestra interesantes formas de atender la justicia en la Colonia.
Pobres y casi honrados. La Gobernación de Costa Rica era la más alejada de la Capitanía General de Guatemala. Nuestra sociedad no era ajena a los valores con los que la monarquía española engranaba sus colonias, pero sus habitantes vivían en condiciones muy diferentes de las de los otros lugares (virreinatos o capitanías).
En nuestra provincia, para subsistir, tanto foráneos como naturales creaban nexos de dependencia, aunque no necesariamente igualitarios.
Las diferencias sociales y culturales existían, pero se disimulaban más que en otros territorios. Aunque los indios, mulatos y mestizos trabajaban para sus dominadores, la nobleza y el clero apenas lograban superar las precarias condiciones imperantes.
La ciudad de Cartago era una aldea deprimente, alrededor de un lodazal llamado Plaza Mayor. Faltaban trabajadores. Los que labraban la tierra, precisaban de mes-tizos o mulatos esclavos, y en la vida doméstica también se requerían brazos para el oficio.
En los hogares, la mano de obra libre era cara. Había que ingeniárselas para obtenerla gratuitamente, o al menos más barata que lo que costaba comprar una esclava. Las mitas ya no existían, pero algunos encontraron cómo beneficiarse de las dudosas penitencias legales que facilitaban empleados gratis, aunque fuera por poco tiempo.
Dentro de las posibilidades de contar con empleados sin salario estaba eldepósito . Esta forma legal consistía en ubicar a una acusada en una casa donde ofreciera trabajo doméstico no remunerado, como parte de la purga por su condena. De aquella forma, gente de las clases altas se procuró esclavas sin mayor costo que alimentarlas.
Tal artimaña era inaccesible para otros estamentos, que para ganar dinero recurrían a la prostitución y la brujería.
La Colonia tenía fuertes sistemas de control represivo, pero en la plaza raramente había crueles espectáculos de castigo; por lo que los pretendidos hijosdalgos como los indígenas, y hasta dignatarios monárquicos o eclesiales, iban contra lo establecido para paliar sus carencias y para agenciarse dinero o servicios.
La pobreza unificaba. Hasta el gobernador vivía en una casa austera. Para sufragar gastos debía dedicarse al comercio o a actos ilícitos, impensables en sus pares de los virreinatos, como el contrabando.
No convenía que los afuerinos supieran de esas prácticas, por lo que se recelaba mucho de la mirada externa. En las antípodas de la escala social, indios, mulatos, mestizos y negros vendían su cuerpo o practicaban el curanderismo para ganarse unos cuartos. Por ambos oficios acusaron a las mulatas María Francisca Portuguesa y Petronila Quesada.
Brujas en depósito. Los autos contra las muchachas se iniciaron en junio de 1775. La causa se abrió por solicitud de Joaquín Quirós, padrastro de María Francisca, quien pidió la libertad de su hijastra, apresada y puesta en depósito. El oficial Oreamuno comenzó los interrogatorios, que compusieron un proceso donde se refleja la vida de la periferia cartaginesa colonial.
Las mulatas vivían marginales al principal asentamiento cartaginés. En su chabola servían sexualmente a algunos hombres, y también practicaban el curanderismo, común entre los indígenas.
Aunque las declaraciones arrojan que el mal del querellante era una enfermedad venérea, el cargo de brujería era grave y podría acarrear un castigo muy fuerte. El expediente, engrosado con los testimonios, se agrandaría más con las ratificaciones.
El tiempo corría, mientras las dos muchachas seguían presas de oficios domésticos gratuitos. Quienes deseaban verlas libres reclamaron con fuerza. Un año y tres meses después de iniciado el proceso, el expediente fue remitido con apuro a Nicaragua para que las autoridades de León dirimiesen el caso. Pasarían nueve meses antes de que llegase la esperada resolución.
Resolución conveniente. Los cartagineses no desearon emitir una sentencia tan delicada y prefirieron pasarla a esferas superiores. Preveían que si León no se pronunciaba, el asunto iría a Guatemala, y eventualmente sería elevado al virreinato de Nueva España (México). Al fin, podría haber funestas consecuencias.
En el mejor de los casos, habrían de mandar a las encartadas hasta México; en el peor, México enviaría a un inquisidor, con los costos económicos, sociales y emocionales que traería a estas alejadas tierras, donde la ausencia de miradas externas era garante de tranquilidad.
Entonces, desde León, el licenciado Enrique de Aguilar finiquitó el problema con una larga carta.
Luego de resumir el delito, el documento se extiende en admoniciones transcritas casi textualmente del discurso V del tomo II del Teatro crítico universal . Este era una colección de extensos artículos sobre distintas materias, incluida la magia, publicados por el español Jerónimo Feijoo entre los años 1726 y 1740.
Con docta retórica, Aguilar desestimó que las reas fuesen hechiceras; para él, lo único probable era que no supieran la doctrina cristiana, lo que no ameritaba quitarles la libertad. Así pues, las absolvió y las declaró libres. Al juez de Cartago, Aguilar pidió que no alargase tanto estos asuntos pues, por su tardanza, “los inocentes padecen o los delincuentes quedan sin castigo”.
Al final de los autos seguidos contra María Francisca Portuguesa y Petronila Quesada por brujas, se las dio por instruidas en el Catecismo y se las liberó de la sujeción del depósito; al fin, se las entregó nuevamente a sus padres.
Habían transcurrido dos años de depósito de dos mulatas y de un juicio extensivo, pero quedó un importante testimonio de la época colonial frente a la hechicería: la colonia costarricense no sacrificaría su tranquilidad ni sus entuertos por un par de presuntas brujas.
Según apuntan los documentos, también Martín Quesada fue feliz: un indígena le curó el impedimento que originó tan singular juicio.
EL AUTOR ES DRAMATURGO Y AUTOR DE ‘FIGUEROA, NOTARIO DE LA PATRIA INÉDITA’ Y ‘LA TEA FULGURANTE’, ENTRE OTRAS OBRAS. GANÓ EL PREMIO AQUILEO J. ECHEVERRÍA EN 1996, 2003 Y 2004.