martes, 26 de marzo de 2013

"BRUJAS", "HECHICERAS" Y LOS PROBLEMAS DE CONCEPTUALIZACIÓN Dra. Iris Gareis




En los estudios sobre religiones latinoamericanas se hace notar a primera vista la poca conformidad entre los investigadores sobre el significado de los conceptos "brujería" y "hechicería". Con frecuencia ambos términos son utilizados como sinónimos, lo que originalmente no eran.7 Además, resalta el hecho que estas nociones -sobre todo el término "brujo"-, son empleadas para denominar especialistas totalmente diferentes, como son por ej. brujos maleficadores y curanderos.8 El uso de la palabra "brujo" para designar tan diferentes funcionarios de ritos, finalmente la ha dejado desprovista de significado alguno. Destino que, dicho sea de paso, comparte con la noción del "shaman". Pero, a diferencia de ésta, el uso del término "brujo" en tal interpretación amplia, no es un privilegio exclusivo de los investigadores, sino que en algunos casos el concepto transformado de manera tal ha logrado infiltrarse también en la tradición popular suplantando como sinónimo al término "curandero".9
"los "brujos" eran individuos, que habían cerrado
explícitamente un pacto con el diablo, abjurando
 de su fe católica"
A fin de aclarar el sentido de los conceptos de "brujería" y "hechicería", es necesario adelantar algunos datos sobre la evolución y trayectoria histórica de ellos. Si bien en el lenguaje actual de España y Latinoamérica no existe una distinción pronunciada entre los términos "brujo" y "hechicero", o sea que un "brujo" también puede ser un "hechicero" y viceversa, en tiempos de la Conquista y en la época colonial temprana se presumía una diferencia significativa entre ambos. Fray Martín de Castañega, predicador de la Inquisición española, especifica en su obra de principios del siglo XVI de qué manera  sedistinguían los "brujos" de los "hechiceros". Según su tratado (1529)10, los "brujos" eran individuos, que habían cerrado explícitamente un pacto con el diablo, abjurando de su fe católica, mientras que los "hechiceros", no habían apostatado del catolicismo expressis verbis, aunque también sostenían un pacto con el demonio. Pero a diferencia de los "brujos" que intencionadamente y por su propia voluntad habían abandonado la fe cristiana, los "hechiceros" podían haber sucumbido inconscientemente a los artificios del diablo. 11
La teoría demonológica de la época suponía que el demonio trataba de seducir a los humanos sirviéndose de diferentes artimañas. Les prometía regalos y oro e incluso llegó a adoptar otra figura para que no reconozcan de inmediato su verdadera naturaleza.12
Hay que advertir, sin embargo, que la distinción entre "brujos" y "hechiceros" mediante los diferentes tipos de pacto con el diablo que supuestamente sostenían, adquirió más importancia como modelo teórico que en la práctica procesal. En los juicios fueron tenidos por culpables tanto los "brujos" como también los "hechiceros".13 A pesar de estas limitaciones, la distinción entre ambos tipos de especialistas rituales no carece de interés respecto a la interpretación de las fuentes históricas. Tomando en cuenta la diferencia entre "brujos" y "hechiceros" que acabamos de señalar, se hace por ejemplo mucho más comprensible la afirmación de un autor del siglo XVI, quien refiriéndose a un cierto tipo de adivinos sostuvo que en los Andes había:
"Otro género de hechiceros... que son como brujos."14

Lo que sin considerar los escritos teóricos de la época parece ser una repetición tautológica de calificativos idénticos para el mismo tipo de especialista, a base de nuestros conocimientos sobre la distinción entre "brujos" y "hechiceros" recobra otro, nuevo sentido. Es obvio que el autor Polo de Ondegardo recurrió a dos nociones específicas, la del "brujo" y la del "hechicero", bien conocidas por sus contemporáneos, para poder explicar mejor este tipo de adivinos, tan extraños para él y sus lectores.15
A fin de interpretar correctamente la descripción que Polo hizo de estos adivinos, por lo tanto es imprescindible conocer el modelo al cual se refirió el autor colonial. Evidentemente la imagen que Polo pinta de los adivinos andinos se halla influida de forma considerable por las ideas europeas sobre "brujería" y ostenta varios elementos constitutivos del estereotipo europeo de la "bruja".16 Esta noción específica, establecida en multitud de tratados teóricos17, llegó a su configuración definitiva en 1487 cuando se publicó por primera vez el "Malleus Maleficarum", o sea el "Martillo de las brujas". Libro que adquirió gran importancia como manual utilizado por los jueces en las campañas de persecución de las "brujas" en Europa y que contribuyó mucho a la difusión del estereotipo de la "bruja".18 Concuerda el retrato que Polo nos dió de los "adivinos-brujos" andinos con el concepto europeo del "brujo" en cuanto a las facultades que se les atribuía de poder desplazarse por el aire, de reconocer el futuro gracias a esta movilidad, de poder adoptar otras figuras, de embadurnarse con un ungüento para después salir volando por la chimenea o por la ventana y otras características más. Falta, sin embargo, un rasgo distintivo de las europeas en la fenomenología de los adivinos descritos por Polo: no cometen maleficios. Es decir, carecen de uno de los elementos más importantes que caracterizaba las "brujas" europeas. Esto significa que los adivinos según la descripción de Polo ostentaban varias características de las "brujas" europeas, pero sin llegar a ser realmente "brujos" según la definición vigente en esta época. Por eso, tan sólo eran "como brujos", sin serlo de verdad.19
Polo ostentaban varias características de las "brujas"
europeas, pero sin llegar a ser realmente "brujos"
según la definición vigente en esta época

Todo esto demuestra, a nuestro parecer, que nociones tales como "brujo", "hechicero" y otros, eran usadas por los autores coloniales conscientemente y de acuerdo al significado que se les atribuía en la época respectiva. Por lo tanto, para el investigador moderno antes de poder emprender cualquier interpretación, es indispensable conocer el significado exacto de los conceptos y sus connotaciones.20 Otro problema relacionado con esto reside en la dificultad de poder estimar la vigencia que tenían los datos centro-europeos en el mundo hispano. Es de recordar que la historia de la caza de "brujas" en España tomó otro rumbo que en otros países europeos - en especial Francia, Alemania y Suiza - ya que en España no hubo grandes campañas de persecución de "brujas" posteriores al año de 1610.21 Por lo tanto, el fenómeno de la histérica persecución de una presunta secta de brujas llevada a cabo en otros países europeos, no se dio de igual manera en España.22

Esto no impidió, desde luego, la recepción de ideas y teorías sobre "brujería", magia y materias relacionadas por los intelectuales españoles. A través de autores como el ya mencionado Fray Castañega o Pedro Ciruelo , quien publicó su obra por primera vez en 1530, 23 se introdujeron las ideas estereotipadas sobre "brujas" en España. Un buen ejemplo para la erudición de autores españoles de la época en materias de "brujería" y de la velocidad de la recepción de nuevas corrientes ideológicas, también en América, lo suministra la obra de Antonio de la Calancha. El libro de Calancha salió de la prensa en 1638 y ya se remitió a la mayor parte de las publicaciones contemporáneas sobre "brujas"24,
incluyendo también las obras de Rémy,25 publicada en 1595 26 y de Martín del Río,27 impresa por primera vez en 1599.28 Evidentemente el trasfondo europeo ejerció cierta influencia sobre las descripciones que los autores españoles e hispanoamericanos hicieron de las religiones latinoamericanas. Pero además, a través de documentos inquisitoriales y causas criminales contra presuntos hechiceros indígenas, también es posible observar la introducción de ideas europeas sobre "brujería" a la tradición popular latinoamericana. Especialmente en un nivel social bajo de la población de las ciudades, donde había una mayor comunicación entre los distintos grupos de la sociedad colonial, se produjo u na verdadera fusión de creencias indígenas, afro-americanas y españolas.29 Hay que advertir, sin embargo, que esta fusión no se dió rapidamente en los pueblos de indígenas y que por lo tanto las creencias europeas sobre "brujas" no penetraron  al sistema religioso de las comunidades indígenas o sólo conmenor intensidad.30
Las informaciones reunidas aquí sobre los conceptos del "brujo" y del "hechicero" para la  época colonial temprana demuestran que para los contemporáneos tenían un significado distinto y bien definido, lo cual además encuadra muy bien con diversas definiciones actuales antropológicas de los términos.31 Por lo tanto, no parece conveniente descuidarse de las diferencias entre estos conceptos, ni tampoco de usar las palabras "brujo" y "curandero" de forma sinónima.32 Esto no es recomendable porque las connotaciones nítidamente negativas relacionadas con la noción "brujo" se trasponen de esta manera a lo menos en parte al "curandero". Además es de señalar que la adopción del término "brujo" para designar a un curandero u otro especialista en ritos, en última instancia equivale a la aceptación de la imagen que los autores coloniales trazaron de los especialistas religiosos
indígenas, asimilándolos al estereotipo del "brujo" europeo.

7 Por ej. Silverblatt (1990: 139): "Podría suponerse que los hombres en posiciones de
autoridad que acusaban de brujería a mujeres, estaban simplemente canalizando su
culpabilidad y su temor hacia acusaciones de hechicería." <Subrayado mío>.
Sánchez 1991: XXIX nota 90; Sharon 1988: 43, 52-53. Citamos estos trabajos para
demostrar que hasta en estudios muy buenos realizados por autores de mucha
reflexión se manifiesta aquella confusión terminológica.
8 Véase el uso cuidadoso de estos términos por Quezada (1989: 12, 27 y sgs.).
9 Esto parece ser el caso en la costa norte peruana, a lo menos en algunos sectores de
la población (Polia 1988: 17-18). Véanse también las citas suministradas por Sharon
(1988: 31, 157, 198-199).
10 Castañega 1946: cap.IV: 33-35.
11 La misma diferencia entre "brujos" y "hechiceros" es señalada por R. van Dülmen
(1987: 98-99), quien hace referencia a informaciones de regiones de habla alemana.
12 Véanse los ejemplos en los testimonios citados por Ginzburg (1980: 28-29, 138-139,
173-174). Para confundir más a sus víctimas, el diablo hasta se presentó tomando la
figura de un ángel (Auila 1575: Cap.XVII: 88-89).
13 Sobre la importancia que tuvo el pacto con el diablo en sus diferentes formas durante
la época de las grandes persecuciones de brujas en Europa, véase van Dülmen (1987:
98-108). Respecto a la vigencia del modelo teórico en los procesos judiciales,
consúltese Behringer (1987: 19-20).
14 Polo de Ondegardo 1916: cap.X: 29. <Subrayado mío>. La eminente importancia del
tratado de Polo (ca. 1559) reside en que es el primer texto que menciona estos
adivinos y que es la fuente original que fue copiada por varios otros autores posteriores (Acosta 1590: Lib.V cap.XXVI: 372; Cobo (ca. 1653) 1956: Lib.XIII
cap.XXXVI: 230-231; y Murúa (ca.1611) 1964: Lib.II cap.32: 117-118 fs.264-265).
Sobre la historia del tratado de Polo, véanse Duviols (1971: 100) y Gareis (1993:
586).
15 Para una interpretación más detallada del texto de Polo véase Gareis (1987: 255-262;
eadem 1993: 586-594).
16 Sobre las características de la "bruja" estereotipada y la evolución de este concepto
véase Caro Baroja (1988: 109-110, 114-120, 124-132, 149-161) o Le Roy Ladurie
(1983: 67-69, 273-274 nota 97). Para más referencias v. Gareis (1993: 583-585).
17 Además de la tradición erudita, el estereotipo europeo de bruja muestra también
elementos procedentes de las creencias populares (Dülmen 1987: 97-98, 107-112,
129-130).
18 Véase Weiser-Aal 1931: 1828, 1838-1842; Behringer 1987: 26-30; Caro Baroja

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